Capítulo 1
EL VIAJE DE IDA
Sentí que un bichito caminaba en mi cara y ahí recién me desperté. Todavía dormida, me pasé una mano sobre la mejilla y la risa de mi hermano me dio la pista de que había sido él quien me había rozado suavemente con la punta de una fibra verde, por suerte, con la tapita puesta.
–¡¡Papi!! –chillé desde el asiento de atrás.
Nino se reía a carcajadas, ya ni disimulaba que la broma era suya.
–No me distraigan, que estamos llegando –nos dijo papá y por las dudas, volvió a mirar el GPS al lado del volante. De todas maneras, como ya lo conocía a su hijo mayor, agregó–: ¡Valentino, basta! ¡No sé qué hiciste esta vez, pero dejá en paz a tu hermana!
Vimos a continuación su gesto serio en el espejo retrovisor, ese que usaba para calmarnos y los dos nos sentamos derecho, lo más derechito que nos permitían nuestros cinturones de seguridad.
–Pero yo… –empezó mi acompañante de atrás, con tono y carita de “no hice nada” que yo abrevio como NHN porque me parece más cortito. La actitud de “santitos” de algunos chicos es casi una enfermedad para nosotras, sus pobres víctimas. Por suerte, no es contagiosa.
Ah, creo que no me presenté. Me llamo Ariadna y tengo nueve años. Me gusta cantar, bailar, escribir, actuar y soy buena alumna en el colegio. Mi familia está compuesta por alguien que acaban de conocer, mi hermano Valentino (Nino), de trece años recién cumplidos, mi papá Ignacio y mi mamá Betiana, que no vino con nosotros porque en el trabajo le dieron permiso solamente desde mañana y entonces se va a tomar un colectivo para llegar hasta el sitio de nuestro campamento.
Como les contaba, mi hermanito adorado tiene una personalidad un poquitín rara. Se llama Valentino, pero desde chiquito prestaba atención a las canciones de un señor español que se llamaba Nino Bravo –lo escuchábamos siempre en la casa de mis abuelos– y quiso que todos le dijéramos Nino, en vez de Valentino, su verdadero nombre. Yo hubiera elegido Tino en lugar de Nino, porque era más parecido… Aunque como ya les dije, mi hermano es un chico algo extraño. Para colmo, también es muy bromista, especialmente cuando se aburre de jugar con su teléfono celular. A él le compraron uno cuando cumplió los doce años y yo estoy esperando llegar a esa edad para que también me lo regalen. Como en raras ocasiones me lo presta, lo veo mirando todo el tiempo su pantalla de colores y, en verdad, creo que se está volviendo un poco adicto. Un par de veces estuvo nervioso cuando se olvidó de cargar la batería y se quedó sin su adorado aparato. Reconozco también que Nino a veces resulta medio pesado y mi papá, que eso lo sabe, aprovechó el silencio que había dentro del auto para retarnos más tiempo. Nos dijo:
–¡Nada de peros! La verdad, se están portando bastante mal. Primero: se pelearon tanto por ocupar el asiento de adelante que un par de vecinos se despertó con los gritos. Era tempranísimo cuando subimos al auto y alcancé a ver las luces en la casa de don Antonio y en la de la señora que trabaja en la pizzería. Y no me discutan, porque cuando cargué las valijas, un minuto antes, todo el barrio estaba durmiendo a pierna suelta.
–A pierna suelta –repitió en un susurro Nino e hizo un gesto de arrancarse las dos piernas y dejarlas en un costado, sobre la ventanilla.
Yo me reí a carcajadas, pensé en los vecinos con sus piernas sueltas en algún rincón de sus dormitorios y mi hermano se tentó también.
–¿Se puede saber qué es lo gracioso? –se enojó un poco mi papá.
–Las… piernas… sueltas… –le pude informar entre risas y él también sonrió.
–Ah, eso. Bueno, es una frase vieja, una especie de metáfora…
–¿Metáfora? ¿Qué es eso? –le pregunté.
–¡Ay! ¡Qué bruta que sos! –me gritó Nino.
–¡Bueno, Valentino, callate! Te paso a explicar… –y mi papá se entusiasmó tanto con su enseñanza que se olvidó de seguir enojado, así que solamente oímos su reto “primero” y ni llegó al “segundo”.
Gracias a la Divina Providencia, como suele decir Nino, quien tiene un profesor de Catequesis en la escuela que repite mucho esas palabras, la reserva ecológica a la cual íbamos a acampar por este largo fin de semana de octubre estaba ya muy cerca. Fue así que la explicación se interrumpió de pronto, cuando un cartel de la ruta, esos que son verdes con letras blancas, nos anunció que faltaban algunos kilómetros y que debíamos girar a la izquierda. Como a mí me gusta mucho escribir y todavía quedaban varios metros de un camino de tierra, abrí un cuadernito que es también mi diario personal y armé seis estrofas sobre cómo imagino que duermen mis vecinos:
A piernas sueltas
A piernas sueltas dormía
plácida la vecindad
y un griterío hacia el alba
la hizo sobresaltar.
Nino y Ariadna saldrían
en auto de campamento,
pero pelearon en voz alta
por su lugar en los asientos.
Don Antonio se asomó
a la ventana, asustado
y al olvidar su peluquín
se supo que era pelado.
Doña María corrió
de la cama al comedor
y en un picaporte roto
enganchó su camisón.
Otra señora decidida
quiso llamar a la policía,
pero nunca la atendieron
pues marcaba la pizzería.
El padre retando a sus hijos
una antigua frase utilizó
“a piernas sueltas”, y los niños
la tomaron con gran humor.
Silvina Pugliese nació en 1973 y vivió en diferentes ciudades de Entre Ríos para, finalmente, residir en Paraná. Cursó allí sus estudios superiores y es Profesora de Castellano, Literatura y Latín. Su vocación docente la desempeña en el nivel secundario de la capital entrerriana. Además de escribir, brinda su experiencia y su ayuda a otros autores como lectora y correctora.
Antes de su novela “Cara y cruz“, publicó tres libros de cuentos: “Las luces de mi ciudad” (Gobierno Municipal, 2015) junto con los ganadores de aquel Premio Literario y bajo el sello de Ana Editorial aparecieron los otros dos: “La noche iluminada y otros cuentos” (2019) y “Solo aquí puede ocurrir esto” (2020).
Su prosa ha sido premiada en concursos nacionales. Su último reconocimiento fue en noviembre de 2019, obtuvo la Primera Mención en la Bienal Premio Federal del Consejo Federal de Inversiones, por su novela breve “Cara y cruz“.
Jorge Alberto Bergallo es oriundo de Paraná, Entre Ríos. Es Licenciado en Educación y en Gestión Educativa, además de contar con otros profesorados como el de Filosofía. Ha recorrido todo el escalafón docente y directivo en los niveles medio y superior. Actualmente es Supervisor de educación secundaria.
Como escritor, en España y Argentina, ha obtenido primeros premios, una veintena de menciones especiales y de honor con participación en varias antologías y ha sido Jurado de concursos (poesía y narrativa).
Publicó como autor individual en 2019 Licencia Poética con el Instituto Cultural Latinoamericano de Junín; en 2020 Juguemos con los versos (Ana Editorial) y en 2021 Con tinta color gurí (Ana Editorial) y Con letra de niño (Ana Editorial). Es autor, junto a Silvina Pugliese, de Vacaciones con sustos (Ana Editorial, 2022).