Hay verdades que no se dicen en voz alta y bellezas que solo se revelan cuando uno se detiene a mirar lo invisible.
Este libro es un gesto en ese sentido: un intento de arrancar significado de lo inasible, de dar forma a lo que parece caos, de sostener entre las manos algo tan frágil como el instante en que el encanto —esa presencia femenina que siempre parece un poco más allá, distante, como un horizonte que se aleja mientras uno lo persigue— roza la memoria y luego se desvanece.
Cada poema aquí reunido es una búsqueda: el afán de hallar la cifra secreta que subyace en las historias no contadas, en los nombres que dejaron su huella y que, aunque se fueron borrando con el tiempo, regresan de pronto a insinuarse, inesperados, entre los pliegues del recuerdo.
Lucio V. Mansilla sostenía que ser escritor es convertirse en otro respecto de uno mismo. Este libro, en cambio, asume la ruptura de sumergirse en la voz más íntima. Mi pretensión es humilde: persuadirlos de que la poesía es la única verdad posible —parafraseando al querido Gustavo Cerati— y que su virtud más profunda es enseñarnos a mirar con otros ojos aquello que siempre estuvo ahí.