Cuando los profesores Cirilo “Cacho” Sbardella y Arminda Paz me invitaron a redactar alguna anécdota de mis años de maestro rural para un encuentro de tipo cultural-docente que estaban impulsando, me dije que era el momento justo para llevar a la práctica una aspiración de, ya, años atrás: plasmar en no más de media docena de carillas mi gratitud, mi admiración y mi afecto a Jesús María Gómez y a su esposa Leticia Ruiz, fundadores de Santa Fe (de Formosa) y extraordinarios benefactores en aquel ya lejano 1961… ¡Mi primer año en esta bendita provincia!
Comencé, entonces, con muchísimo entusiasmo una tarea largamente postergada y, contra lo esperado, los recuerdos brotaban nítidos y tan generosamente que frecuentemente, mientras desarrollaba un tema, debía anotar rápidamente una suerte de título, de guía para, agotado el recuerdo que estaba considerando, redactar éste que había aparecido de improviso...
Así nació este desordenado, incoherente (pero pletórico de gratitud) conjunto de recuerdos; la intención primera subsiste: mi permanente agradecimiento a don Jesús y a doña Leticia extensivo, ahora, a todos quienes de una u otra manera me ayudaron en esta mi modesta carrera de docente en lo que fuera, años ya, el llamado Nivel Primario.
Sencillamente, ¡GRACIAS, FORMOSA!
Llegué a Formosa en 1961 con mi título de Maestro Rural y no mucho más. Prontamente fui designado Director (suplente, personal único) de la Escuela Nacional N° 162 del paraje que, entre otras muchas cosas, me ha dado título para este mazo de hojas numeradas y con tapas como los libros. Santa Fe, como San Martín N° 1 (1962) y Pozo Navagán (1963 a 1969), se encuentra en jurisdicción de Fortín Lugones, más o menos la mitad de lo que fuera la última Zona Militar para ser “incorporada al País ordenado y productivo”.
En 1969, ante la falta de indicios de que el Consejo Nacional de Educación llamara a concursos para acceder a la ansiada titularidad en un cargo y el susto mayúsculo al atravesar el inesperado, impetuoso bañado que más tarde fue llamado La Estrella, decidí dejar el Orden Nacional y esa región que tanto y tan bien me había impactado para ingresar desde cero (otra vez) al flamante Consejo General de Educación de la joven provincia.
Entonces –ahora con una inestimable experiencia acompañada de generosas dosis de buena suerte– maestro de grado, director, supervisor y por elecciones docentes un par de veces vocal de la Junta de Disciplina.
El desempeño de supervisor me permitió volver a las escuelas donde había actuado anteriormente y conocer muchísimas más… y, fuera de las obligaciones docentes, escribir –durante un par de años para la filial local de Radio Nacional– pequeñas historias que titulé: “De nuestras escuelas y sus asentamientos”.
Como me fue muy bien me animé y aporté, en carácter de colaboración, notas en los diarios locales “La Mañana” y “El Comercial” y la revista “Ser Formoseño”.
Y en agradecimiento a tanta gente que me ayudó: “Santa Fe de Formosa”.