Escribió Rocío Lanfranco sobre Rumi:
Si el poema nos diera una certeza, si funcionara a la manera de un conjuro o, mejor todavía, si apareciera ante nosotres a la manera de una premonición infalible, Rumi sería el pronóstico para una existencia sutil y pequeña.
Este poemario recolecta nociones de pertenencia como si de cosechar frutos delicados se tratara el asunto. Una geografía vegetal y humana se despliega para que la voz de quien va apenas de paso pronuncie los nombres con los que las plantas nos han bautizado. Con los gestos indispensables de unas manos que siembran o amasan, los versos de Rumi proponen habitar el tiempo y el cuerpo como se habitan las casas. Y vivir en el poema a lomo de un pájaro azul que más que todo insiste en escapar.
Dice Denise Levertov que el poeta observa una constelación de experiencias que siente tan intensamente como para que aparezca ineludible una demanda: el poema.
¿Qué mira Rocío antes de darnos estos veinte poemas como quien ofrece veinte hebras de un hilo? Entre otras cosas: al ser y al paisaje, es decir a la madre, al río, a las flores de las casas conocidas y las flores desconocidas de los viajes; al amor y a sus finales, a la soledad, la otredad, la nosotredad.
Me parezco al que llevaba el ladrillo consigo para mostrar al mundo cómo era su casa dijo Bertold Brecht. Quien tenga los versos que siguen entre sus manos, estará sosteniendo no ya el ladrillo si no la casa, el pan, la cama, el techo y su cielo.