Contar la historia, a través de la mirada sensible de sus protagonistas, tratando de encontrarles carnadura y humanidad: el gran río, el Paraná que baña nuestras vidas y colecta a su paso nuestros sueños y derrotas. Un río acogedor que recibe cursos modestos y persistentes que provienen de los Andes haciéndose imponentes como el Bermejo o el Pilcomayo, o de la selva desmesurada que se vuelca en torrentes incontenibles como el Iguazú. Un testigo inquieto y activo, que agita los pensamientos hasta revelar su origen.
La Delfina, y en ella todas las mujeres de la patria que desde tiempos inmemoriales han sido un verdadero reservorio de templanza, coraje y resiliencia.
El año aciago entre 1819 y 1820, de un junio luctuoso, a un julio trágico, que se llevó primero a Belgrano, y un año después a Güemes y Ramírez, casi en simultáneo: la patria, instigada o empujada, apretada o equivocada, salió a cazar a sus patriotas. Los persiguió y acorraló.
Pocos dramaturgos han incursionado en la historia, pensando en el teatro como un vehículo inquietante para producir otro modo de procesarla. Estimo que estos textos teatrales tienen, además, valor narrativo por el modo en que se contextualiza parte de la historia de Argentina. Creo que su lectura en clases donde se pueda sostener la atención en textos categorizados, y la posibilidad de dramatizarlos, resulta útil y valiosa para historiadores, amantes de la historia, docentes y alumnos.
Miguel Ángel Palma, nacido en Villa Mugueta, provincia de Santa Fe, en 1961. Trabajador del Teatro: Actor, Director, Técnico, Gestor y Dramaturgo. Fundador e integrante por mÁs de 20 años del Instituto Nacional del Teatro. Fundador de la Agrupación Discepolín de la ciudad de Rosario. Médico egresado de la UNR, especialista en Medicina del Deporte.